Residuos plásticos, sin solución
Por Marcelo Torres
En poco más de medio siglo este material ha provocado una crisis planetaria. En una cumbre reciente realizada en Corea los Gobiernos no lograron ponerse de acuerdo para frenar la polución. Salud y ambiente en la nota de la semana de Revista Acción.
De los diferentes tipos de contaminación que existen, la provocada por residuos plásticos es una de las mayores amenazas que se cierne sobre la salud humana y el medioambiente. Los desechos de este material resultan uno de los problemas ecológicos más apremiantes y requiere de medidas urgentes por parte de todos los países del planeta.
Se estima que las grandes empresas producen 400 millones de toneladas de plástico cada año. Buena parte de ese material –de muy lenta degradación–, cerca de 13 millones de toneladas, va a parar a cursos de agua, lagos y mares. Muchos residuos llegan a las playas, otros terminan conformando islas de plásticos de varios kilómetros de extensión flotando en distintos océanos, otros van a parar al estómago de muchos animales y otros terminan descomponiéndose en fragmentos diminutos (micro y nanoplásticos), muchos de los cuales quedan flotando en el aire y pasan a los pulmones humanos o son ingeridos por peces que a su vez son luego consumidos como alimento por las personas.
Reunión en Busan
En vista del grave problema que representan, un grupo de países –con el impulso del Programa para el Ambiente de la Organización de las Naciones Unidas– viene reuniéndose desde 2022 para llegar a un tratado vinculante mundial para frenar la contaminación por plásticos. La última reunión fue la denominada quinta ronda del Comité de Negociación Internacional (INC-5), que concluyó a principios de diciembre en Busan (Corea del Sur). La mala noticia es que los 3.300 delegados de 177 países (representantes de empresas, Estados, organizaciones civiles y científicos) no lograron compatibilizar sus intereses y las reuniones terminaron sin acuerdo; algo que muchos consideran un fracaso, dado que buena parte deberá tratarse nuevamente en 2025.
El punto de conflicto estuvo en el alcance del tratado: si debe considerarse frenar la incesante producción de plásticos, o solo centrarse en la gestión de la contaminación de los residuos. Es decir, más de 100 naciones –siguiendo una propuesta de Panamá– quieren limitar la producción de plásticos, y en especial los de un solo uso; mientras que un puñado de países –petroleros– exigen concentrar todos los esfuerzos en la administración de los residuos como único modo de paliar este problema global, retrasando así las negociaciones.
Ciclo de vida
Ana Carolina Ronda –investigadora del Instituto Argentino de Oceanografía (IADO) y autora de diversos trabajos relacionados con la polución marina por residuos, incluidos los plásticos– dice que «la discusión sobre si priorizar por un lado la reducción de la producción o por otro lado mejorar los sistemas de reciclaje es compleja, el tratado en realidad busca abordar todo el ciclo de vida del plástico: desde la producción hasta su eliminación».
La producción de plásticos se aceleró después de la Segunda Guerra Mundial y ya nunca más paró. Es difícil imaginar la vida actual sin productos de plástico. Están, literalmente, en todos los rincones de cualquier hogar, en los supermercados, en los automóviles, en pequeños y grandes electrodomésticos, en la ropa, en dispositivos médicos y en todas las construcciones del planeta.
Por lo tanto, el plástico es muy útil, pero al mismo tiempo muy contaminante. Especialmente los plásticos de un solo uso, que representan el 40% del total que se produce cada año: vasos, utensilios y bolsas de compras son una amenaza cada vez mayor al medioambiente. Productos que tienen una vida útil de apenas horas o incluso minutos pueden persistir durante cientos de años en la tierra o el agua, donde son ingeridos por animales marinos o se deshacen en partículas diminutas (microplásticos) que son también ingeridas por peces, muchos de los cuales forman parte de la alimentación humana.
Habrá que esperar, entonces, a la INC-5.2 2025 para ver si tanto las grandes empresas como los Estados y los científicos consiguen llegar a un acuerdo que permita frenar de una vez por todas un tipo de contaminación –entre las muchas que ya hay– que parece imparable.