¿Sobrevivirán el periodismo y la literatura a la difusión de herramientas de inteligencia artificial que escriben, corrigen y editan? Una mirada a la relación entre la tecnología y las palabras en la nota de la semana de Revista Acción.

Por Pablo Díaz Marenghi
La relación entre la tecnología, las palabras y sus posibles imbricaciones viene de larga data. Desde aquellos lejanos tiempos en los que los escribas mojaban una pluma de ganso en un tintero y trazaban las letras sobre un grueso pergamino, hasta las épocas en donde las pesadas y ruidosas máquinas de escribir pasaron a dominar el arte del tipeo. Así como muchos adeptos a los textos manuscritos se resistieron al golpeteo de estas esfinges metálicas, otros tantos le hicieron frente al avance de las computadoras.
Tal como asegura el historiador Lyons Martin en su notable El siglo de la máquina de escribir, el paso de la escritura a través de una mediación tecnológica no es indemne. Y el advenimiento de las inteligencias artificiales generativas, con chat GPT a la cabeza, no es la excepción. Hoy son cada vez más los autores, académicos, especialistas, comunicadores, periodistas y pedagogos que se interrogan acerca de las potencialidades de estas herramientas, que son utilizadas tanto para la experimentación como para facilitar la redacción de alguna extenuante monografía escolar.
«Todas las tecnologías han modificado la escritura. No son iguales los textos escritos a mano que a máquina», dice el novelista y periodista español Jorge Carrión. El autor publicó Los campos electromagnéticos, una novela coescrita con el Taller Estampa y las primeras versiones de Chat GPT. «Fue una experiencia muy interesante y muy divertida. Pero es algo que no volvería a hacer», observa.
Respecto a producciones escritas con IA, afirma que le han parecido «la gran mayoría, una estafa. Si dejan de publicarse con marcas humanas, si se popularizan las identidades de bots escritores, veremos si nace un mercado parecido al de nuestras partidas de ajedrez o go con sistemas automáticos. La literatura es muy conservadora», sostiene. Hipotetizando, sospecha que «la escritura burocrática y cotidiana se va a automatizar, pero la literatura va a resistir como proceso artesanal. El problema es que ya hay una gran confusión popular sobre qué es literatura. Y los textos que redactan las máquinas son ya mejores que los que se comercializan como superventas».
Fantasma en el aula
En los pasillos de las aulas de nivel medio comienzan a escucharse sospechas de profesores respecto a la escritura de algunos estudiantes, que de redactores algo toscos pasan a ser grandes maestros de la narrativa. Muchas de estas aparentes redacciones propias son descubiertas a partir de ciertos errores que la IA generativa no logra resolver: se filtra algún dato erróneo, como el nombre de un libro que no existe o el líder de una banda que no es tal. Flota en el aire de la sala de profesores otra pregunta. ¿Es posible fomentar el uso crítico de la IA dentro de las aulas o es necesaria su prohibición?
Julián Mónaco es docente de Técnica, Cultura y Sociedad en la UBA y de Tecnologías emergentes en la Universidad de San Martín, además de investigar en el TecnocenoLab (UBA). Acerca del rol que les cabe a las instituciones educativas en este proceso, opina que «forman parte de la trama de actores que deben construir una nueva forma de lo social, que pueda ayudarnos a habitar este escenario de manera más potente. El individuo en red está en una posición muy desventajosa frente a los grandes actores técnico-económicos».
En periodismo gráfico hace tiempo que se vienen implementando herramientas de IA en torno a los diferentes procesos de producción. Sin embargo, el criterio humano todavía tiene un lugar destacado en la producción de las noticias. «La diferencia es notable entre la máquina y el periodista. Diría que la IA es un pasante enérgico y sin talento. Y todos sabemos que el pasante puede llegar a ser un buen periodista si acumula experiencia. Sirve para escribir rápido noticias simples, para replicar sin erratas la línea editorial del medio y para jugar un poco al clickbait, pero no mucho más. El periodismo es otra cosa, algo no demasiado complejo: la construcción de una mirada y de una idea propia. Hasta ahora la IA no lo ha logrado y dudo que lo logre. Sin conciencia no hay pensamiento», observa el periodista y escritor Luciano Sáliche.
En medio de la incertidumbre que plantea el escenario actual, Carrión ensaya una mirada optimista: «Estamos en el inicio de una revolución que durará mucho tiempo. Recién empezamos a colaborar con sistemas de inteligencia artificial en la creación y la producción de experiencias culturales. La visión apocalíptica, alimentada durante dos siglos por la literatura y el cine, no tiene por qué ser nuestro horizonte. Siempre nos equivocamos sobre el futuro. Mejor pensemos el presente y empujemos colectivamente hacia un pasadomañana lo más razonable posible».